La instalación Monocromo Negro de Santiago Merino fue por primera vez mostrada en la exposición Intervención 001/ Academia 14, primer proyecto de la organización LACOOP, y el cual fue pensado para prescindir de la participación de un curador. Esta obra consiste en filamentos de poliestireno o caña de pescar pintados con una estopa impregnada con pintura acrílica negra, líneas que conforman una retícula que fue montada del 24 de mayo al 24 de junio del 2009, en el techo a cielo abierto del patio central de un antiguo inmueble de tres altos pisos ubicado en la calle de Academia 14 en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Monocromo Negro es junto a Monocromo Concreto, Colaboraciones Forzadas y Monolitos para Nebulosas , las obras de Merino donde la literal interacción entre pintura y espacio ha sido más radical, ya sea articulando la arquitectura con la pintura y/o en su contrapunto con el paisaje y la naturaleza. En Monocromo Negro, la arquitectura interactúa con la expansión de la pintura hacia el espacio, conjunción donde ambas disciplinas terminan por dialogar con la bóveda celeste.
Este haz de relaciones se desarrolla en Monocromo Negro a través de la evocación simultánea de antiguos aparatos y métodos, diseñados estos ya sea para la observación y descripción del cielo y las estrellas o como auxiliares en el dibujo y la representación de la perspectiva. En su montaje en Academia 14, la trama de filamentos negros evocaba la retícula de una carta estelar o mapa celeste, y simultáneamente, antiguas máquinas de dibujar, como la ventana de Leonardo, el Portillo de Durero, la Cámara Oscura, el Perspectógrafo o el Instrumento de Vignola; siendo un instrumento en particular al que refiere la trama de filamentos utilizada por Merino: El Velo de Alberti, constituido por una retícula de hilo que cruza el área vacía de un marco de madera, y el cual permite reproducir lo observado a escala sobre un papel cuadriculado.
Esta referencia histórica a las máquinas de dibujar, remite a su vez a la representación como un concepto, ya que al transitar con nuestra mente y vista a través de la trama empleada por Santiago, trascendemos el plano pictórico para escudriñar directamente la realidad del cielo y caer en la cuenta que la vastedad del universo no es más que una simple idea, una mera representación proporcional a la escala humana, tal y como lo son una carta estelar, las imágenes enviadas por un satélite o las fotografías, señales o espectros de luz captados por un telescopio, representaciones paralelas en su capacidad evocadora a las figuras y gestos pintados o dibujados sobre un lienzo o papel, comparación que nos permite subrayar que el cielo que tenemos ante nuestros ojos, o el distante e infinito universo que imaginamos, no son más que inaprensibles ilusiones.
Dos obras aparentemente contrarias como Monocromo Concreto y Monocromo Negro resultan ser complementarias, ya que mientras en Monocromo Concreto, lo que vemos e imaginamos deviene en una representación al ser cancelada, en Monocromo Negro, la franqueza y apertura de la trama de filamentos es el marco de referencia “real y tangible” que nos revela que tanto lo que observamos como lo que aparece en nuestra mente son sólo frágiles y efímeras evocaciones. Así, en Monocromo Concreto los vidrios de las ventanas pintados de blanco funcionan como un obstáculo visual, y en Monocromo Negro la abierta trama opera como una puerta de acceso al cielo y las estrellas, funciones opuestas pero complementarias realizadas durante el 2009, mismo año en el cual Merino logró concretar con estas obras su indagación en torno a la desmaterialización de la pintura.
En Monocromo Concreto podemos ver en cada vidrio cubierto de pintura un eco del bagaje de artistas del Light and Space Movement como Robert Irwin, James Turrell o Douglas Wheeler, y a partir de ellos, un viraje hacia una crítica sobre las dificultades en la percepción y la representación, perspectiva desarrollada también en Monocromo Negro sobre la impenetrabilidad del cielo y la intangibilidad del espacio, pero dónde percepción, conceptos, ideas y arte adquieren su contexto de representación en la mente del espectador, tal y como lo demostraron artistas conceptuales como Robert Barry, Joseph Kosuth, Lawrence Weiner o Douglas Huebler. Un proceso paralelo entre Monocromo Negro y los procedimientos del Arte Conceptual, lo representa el envío por parte de Robert Barry en el otoño de 1969 de instrucciones para realizar una obra en la clase de David Askevold en el Nova Scotia College of Art en Halifax, Nova Scotia, Canadá, indicaciones donde Askevold pidió a sus alumnos que se decidieran por una idea en común, y la cual fuera solo transmitida entre estos estudiantes. En el momento que esta idea fuera contada a otras personas, esta obra dejaba de ser un secreto, para así finalmente dejar de existir.
En las últimas cuatro décadas, han surgido una serie de artistas que están llevando a sus últimas consecuencias los logros del arte del siglo veinte. La tradición de la pintura de Monocromo iniciada por Kazimir Malévich en 1913 no ha sido la excepción, tal y como ha sucedido durante la transición entre los años setenta y ochenta con pintores del Radical Painting Group como Marcia Hafif (1929) en su temprana y monumental obra An Extended
Gray Scale, 1973, consistente en 106 lienzos que exploraron la transición entre negro y blanco a través de una sutil gradación en la escala de grises, o Frederic Matys Thursz (1930-92) y Günter Umberg (1942), quienes han ejecutado Monocromos aplicando un gran número de capas de materia pictórica a sus obras, llevando al extremo el efecto plástico de cualidades de la materia pictórica como transparencia, opacidad, frialdad, calidez, liquidez o pastosidad.
Santiago Merino al lograr con Monocromo Negro trascender el plano del lienzo, se suma a esta tradición radical al transformar el efecto plástico de lo pictórico en un cuestionamiento sobre la representación sin ninguna pretensión de generar una respuesta definitiva, interrogación fundada en la imposibilidad de obtener conocimiento absoluto a partir de nuestra percepción sensorial y entendimiento racional. Obras como Monolitos para Nebulosa, La Estrella que Cambió nuestro Universo , Monocromo Concreto y Monocromo Negro, representan para Merino una aproximación filosófica alejada de cualquier aspiración de “unidad con dios” o “comunión con el cosmos o la naturaleza”, anhelos típicos del Trascendentalismo norteamericano impulsado por Emerson, para más bien retomar el escepticismo Kantiano sobre cómo el sentido de lo “real” no puede ser cabalmente aprehendido, sino sólo aproximado parcialmente desde el limitado entorno espacio-temporal del hombre y sus taxonomías culturales.
A pesar de los límites del conocimiento humano y la representación estética, Monocromo Negro y su invitación a mirar al cielo contiene latente las tres grandes interrogantes que no hemos logrado respondernos los seres humanos pero que impulsan a nuestra insaciable curiosidad y a todo lo que hacemos, ¿Quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos?.